Kyra Galván «Los indecibles pecados de Sor Juana»
Buenas Noches:
Quisiera comenzar esta noche dando las gracias. Siempre he pensado que gracias es la palabra mágica que abre todas las puertas o que derrumba todas las barreras, que para mí se presenta en forma de una lengua que no conozco.
Gracias, por tanto, a todos los asistentes esta noche, que han dejado atrás otras actividades para estar conmigo, aquí, en este momento. Gracias, por supuesto, a la Embajada de mi país y al Señor Federico Chabaud quien gentilmente me ha brindado un apoyo invaluable en la organización de este evento. También agradezco infinitamente a Bozena Balzceka, la editora de Mala Kurka, por haberse interesado en la traducción de mi libro y haber sido tan entusiasta en todas las gestiones. Por último, a Paulina Bojarska, por la traducción, y a quien a pesar de no poder darle mi bendición por la exactitud de las palabras en polaco, le doy toda mi confianza y me consta que trabajó intensamente para terminar el libro en tiempo récord.
Debo decirles que este viaje, para mí, representa toda una aventura. Siempre tuve la ilusión de conocer Polonia, pero nunca antes había tenido la oportunidad. Es un profundo honor para mí, estar en la tierra de una cultura con profundas raíces en la Historia y de un pueblo que, a pesar de sus sufrimiento, ha sabido conservar su pasado y construir un futuro prometedor. Lugar de nacimiento de grandes personalidades que trascendieron en sus campos de experiencia como el astrónomo Nicolás Copérnico, el músico Federico Chopin o la admirada científica, Madame Marie Curie, a quien, estoy segura, Sor Juana hubiera admirado. De la época moderna, puedo mencionar al economista, Michal Kaleski y al Papa Juan Pablo II. Estoy segura de que debe haber muchísimas más personas de esta nacionalidad, que han sido ilustres e importantes, pero que desafortunadamente no son conocidas en mi país.
Quisiera hablarles esta noche de una persona en la que está basada la novela: “Los indecibles pecados de Sor Juana”, porque sé que es poco conocida en estas latitudes: Juana Ramírez de Asbaje, quien nació en 1648, en un pueblito a las afueras de la ciudad de México, muy cerca de un majestuoso volcán, que nosotros llamamos Popocatéptl. Murió bajo el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, como es mejor conocida, en un convento de hermanas jerónimas, en abril de 1695,
Quisiera explicarles que Sor Juana es para los mexicanos, una de las figuras más importantes de nuestra historia, no sólo por su dimensión internacional y su aportación a nuestra vida cultural, sino porque, en cierto modo inexplicablemente, es un ícono, un emblema de nuestra identidad nacional. Es una cara tan conocida que se encuentra en nuestra moneda, junto con otros héroes de la patria, y yo diría que es la imagen laica, del eterno femenino. La virgen de Guadalupe, sería la representación religiosa del mismo concepto.
A Sor Juana, todo el mundo la conoce en México, ha oído hablar de ella, sabe que era poeta. Pero pocos saben qué hizo en realidad y menos aún, conocen su extensa obra.
Sobre su vida, sabemos relativamente poco, pero afortunadamente, casi todos sus versos fueron publicados en España y gran parte de su obra, le sobrevivió. Sor Juana, creemos, escogió profesar en un convento de monjas jerónimas a la edad de 21 años, simplemente porque no tenía muchas opciones en su vida. A grandes rasgos les diré, que con la relativa libertad y la independencia que le proporcionaba tener un espacio para sí misma, -su celda- tal y como se lo plantearía Virginia Wolf, cuatrocientos años después; Sor Juana floreció como escritora. En cierto modo se volvió como la escritora “oficial” de la época. Fue prolífica, ya que abarcó la poesía, el teatro y la música. Estudió gramática y retórica, anatomía y medicina. Escribió tres autos sacramentales, dos comedias, dieciocho villancicos, incontables loas, sainetes, prosa, tres tomos de poesía y un tratado de música, perdido a la fecha.
Sor Juana se hizo de una biblioteca propia y llegó a tener más de 400 volúmenes, lo que en aquélla época y para una mujer, resultaba algo extraordinario, no sólo por la cantidad y variedad de los libros, sino por lo costoso que resultaba. En este punto, quisiera mencionar un hecho curioso: sabemos que en la biblioteca de Sor Juana se encontraba un libro del padre jesuita Teófilo Raynaud, impreso en Cracovia en el año de 1669.
Era poseedora también de instrumentos científicos, mapas, globos terráqueos y no sabemos a ciencia cierta cuántas curiosidades más.
También se le atribuyen dotes musicales, pues se sabe que escribía música para las catedrales de la ciudad de México, Puebla y Oaxaca. Hay referencias al hecho de que sabía pintar. Sor Juana también fue docta en filosofía, pues habló de su lectura de los filósofos y quiso siempre estudiar teología, pues ella la llamaba la reina de todas las ciencias, pero en ese entonces estaba vedada para las monjas. Si algo tuvo Sor Juana es que siempre quiso llegar a Dios por medio del intelecto, y así lo declaró ella misma.
Lo que conocemos de su vida lo sabemos en gran parte por un documento autobiográfico de cerca de 60 cuartillas al que se le conoce como “Carta a Sor Filotea de la Cruz”, y que fue escrito sólo unos años antes de su muerte. Se dice que el nombre de Sor Filotea era un seudónimo para nombrar al Obispo de la ciudad de Puebla, quien había sido su mentor y protector por muchos años. En este documento, Sor Juana se defiende de una serie de ataques y críticas que le habían hecho sus detractores por haber escrito una crítica a un sermón de un padre portugués llamado Vieyra. Se dice que el fondo del asunto estaba en que el obispo de Puebla la había utilizado en una lucha política contra el Arzobispo de México, ya que el padre Vieyra era su amigo y era una manera de lanzarle dardos. Es probable que ese hubiera sido el caso y que, Sor Juana, cegada por su propia complacencia, hubiera caído como víctima ingenua en medio de una lucha de poderes. Lo que es cierto es que la publicación de una carta, escrita por una monja, criticando a un prelado de la iglesia levantó ámpula. Muchas personas que estaban molestas por la libertad de expresión que se le permitía a la monja, envidiosos de sus dotes intelectuales y de que estuviera protegida por los Virreyes, aprovecharon la ocasión para atacarla. Para levantar interrogantes acerca de la disciplina que no obedecía, y para indicar el lugar de humildad que debería ocupar y que no ocupaba, y para recordarle que su arrogancia, había llegado a límites insospechados.
Se dice que el arzobispo de la ciudad de México la odiaba, porque en general, odiaba a todas las mujeres. Que ni siquiera soportaba que la planta del pie de una mujer, tocara las baldosas de su casa. Por lo que con el escándalo suscitado, entró en terreno fértil para castigarla y cuestionarla, y la presionó con saña.
Pero Juana Ramírez de Asbaje no iba a dejarse vencer tan fácilmente. Luchó y se defendió de todas las formas posibles. Una de estas formas fue escribir la famosa carta al obispo. En ella no sólo nos contó detalles de su vida, como que aprendió a leer y a escribir versos a los cinco años, y que a los ocho, su familia la mandó a vivir con unos parientes a la ciudad de México; sino que hizo una declaración de principios adelantada cuatrocientos años a su época. Defiende ahí con pasmosa claridad los derechos de las mujeres, de las niñas y de las ancianas, a enseñar y a aprender. Desafiando abiertamente el precepto del padre de la iglesia, San Pablo, quien dijo que: “las mujeres debían callar en las iglesias”. Alega que las mujeres deberían aprender gramática, filosofía y teología, “la reina de las Ciencias”, para mejor entender a Dios.
Esta carta, es, a la fecha, la obra más impresionante de aquélla monja del siglo XVII. Lo es no sólo por la forma en que está escrita, sino porque argumenta verdades indiscutibles. Es maravillosa por la seguridad con la que está exhibida, y por la desesperación que parece colarse en su voz a través del tiempo, por la sensación de la autora de encontrarse atrapada en una sociedad que no la comprende, que no la respeta y que, lo peor de todo, no quiere escuchar, ni razonar. Actividad para la que ella había nacido.
Pero, como es de esperarse, es esta misma carta la que la condena. Con esta misiva sus enemigos saben que hay que tomar medidas drásticas porque Sor Juana no es una mujer que se asuste fácilmente. Hay que aplastarla y aplastarla bien.
A la fecha parece que existe el testimonio de un investigador, no así documentos, que alude a que Sor Juana Inés de la Cruz fue sometida a una reprimenda formal de la Iglesia en un juicio secreto y que los papeles, se dice, están guardados en los archivos “privados” del Arzobispado.
Sabemos que su vida dio un vuelco dos años antes de su muerte. Se firma una protesta de fe,- lo que hasta la fecha aparece como algo sui géneris- e intenciones de la monja a dedicarse a Dios y sólo a Dios. Se le obliga a dar limosnas cuantiosas a los pobres, incluyendo parte de su biblioteca y a firmar una confesión general. El arzobispo expropia sus bienes financieros (alhajas y dinero), a pesar de la existencia de un testamento. Aún así, se sabe por los archivos del convento, que a su muerte, aún se encontraban 180 libros en su biblioteca y 15 legajos de escritos y versos que a la fecha están desaparecidos. Es posible que su familia los hubiera quemado.
Por tanto, podrán ver que la vida de esta monja extraordinaria era una tentación muy grande para escribir una novela. Adentrarse e imaginar la vida del México del siglo XVII fue una experiencia inolvidable. Tuve que investigar y estudiar un diplomado en Historia colonial. Así mismo, me pareció importante, agregar otra voz y otro punto de vista diferente al de Sor Juana. Por eso, el personaje de su sobrina, María Isabel de San José, que sabemos que realmente existió y convivió con ella, era fundamental para darle un equilibrio a la novela. Era necesario darle voz a una mujer de la época, cercana a Sor Juana, que no tuvo la fama, ni el genio de su tía. Alguien que pudiera verle sus defectos y cuestionarla. Algo que le daría a Sor Juana una dimensión más humana.
El personaje de Laura Ulloa, por su parte, es la tercera parte de este trípode. Representa, de alguna manera, el eco de Sor Juana y su obra, en el presente. Muestra la vida de una mujer en el siglo XXI, en contraposición a las escasas oportunidades de las mujeres del siglo XVII, y a los dilemas a los que se enfrenta, que, en cierto modo, no son tan lejanos como podríamos imaginar.
El hecho de que la acción de la novela transcurra en la ciudad de Sevilla, España, está justificada en parte, por el hecho de que el Archivo de Indias se encuentra ahí, pero es el encanto mismo del sur de España, lo que justifica la otra parte y creo que ambienta la novela a la perfección en el sesgo de thriller que se va desarrollando paralelamente en la historia del presente.
Es mi deseo más íntimo que ustedes puedan disfrutar la lectura de esta novela, tanto como yo disfruté escribirla.
Muchas gracias a todos y buenas noches.